Hace unos días estuvimos muy ocupados con la organización del IV Simposio Nacional del Hospital Quirón Donostia. Este año, escogimos como tema central la preservación de la fertilidad femenina como indicación social y oncológica.
La verdad es que el tema no pudo ser más oportuno, ya que a pesar de estar escogido con antelación, casi coincidió en el tiempo con la controversia suscitada por la decisión de empresas como Facebook y Apple de financiar la vitrificación de óvulos a sus trabajadoras que deseasen posponer su maternidad hasta el momento que considerasen más oportuno en función de su proyección profesional.
Polémicas aparte, y teniendo en cuenta las particularidades de la oferta y que en todo momento se trata de una posibilidad y no de una obligación, los especialistas relacionados con la Medicina Reproductiva sí constatamos que este tipo de iniciativas responden a un planteamiento realista conforme al escenario actual en el que nos movemos.
Me refiero a que la edad óptima para concebir hijos desde un punto estrictamente biológico (entre los 22 y 31 años aproximadamente) no coincide con la edad a la que se suele conseguir la estabilidad personal, familiar y profesional que cualquiera desea para tener descendencia. Esto ocasiona que miles de mujeres se vean en la disyuntiva de tener que elegir entre tener hijos o conseguir un entorno socioeconómico estable que le permita criarlo.
Sin embargo, las mujeres que no quieran renunciar a su deseo de maternidad, pero tampoco estén dispuestas a coartar su carrera profesional cuentan con opciones para compaginarlo recurriendo a la preservación de la fertilidad que ofrece la reproducción asistida.
En este sentido, la vitrificación de óvulos es actualmente la solución idónea para aquellas que desean tener hijos más allá de los 38 años; edad a la que las posibilidades de lograr un embarazo por vía natural caen drásticamente. Eso sí, hay que insistir en que la decisión de vitrificar no se puede posponer indefinidamente, ya que en este punto la biología también se impone.
¿Y cuál es esa edad límite para vitrificar?
Según la evidencia científica, esta línea fronteriza se situaría en torno a los 35 años; aunque si la mujer en cuestión tiene claro con 32 o 34 años que desea ser madre, pero a la vez ha asumido que esto no puede ser hasta rozar los 40… debería planteárselo antes de soplar las 35 velas.
En este aspecto me gustaría remarcar que los especialistas que nos dimos cita en este encuentro coincidimos en señalar el profundo desconocimiento que todavía existe entre las propias mujeres acerca de su fertilidad y de los plazos que han de barajar a la hora de planificar sus embarazos.
Según un estudio de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF) realizado en 2011, un tercio de las españolas cree que aún hay tiempo de quedarse embarazada después de los 45 años. Ciertamente, este punto no es completamente imposible, pero es extremadamente raro y no tan habitual como este tercio de la muestra tiene asumido.
El error de base quizá consiste en mirarse en el espejo de las féminas famosas que se quedan embarazadas rondando los 50 obviando el hecho de que los óvulos que se han empleado en esos casos no pertenecen a la famosa en cuestión.
En definitiva, cada día comprobamos que las mujeres acuden demasiado tarde a nosotros (en torno a los 38 años e incluso a los 40) pensando que, gracias a un pequeño apoyo de la Medicina Reproductiva lograrán una gestación perfectamente normal en un plazo, además, breve. Y en realidad esto no es así.
Cuando trabajamos en estos rangos de edad, las posibilidades de éxito se reducen considerablemente y con óvulos de la propia paciente conseguimos tasas de éxito en torno al 20% como mucho, en cuyo caso la única alternativa que nos queda es recurrir a la donación de óvulos (en cuyo caso lógicamente hay que tener claro que la carga genética del hijo no será igual a la de la madre). En cambio, si la vitrificación se ha llevado a cabo a una edad temprana, el porcentaje se dispara hasta algo más del 55%.
Para terminar, lo único que me gustaría dejar claro es que lo idóneo sería que la mujer fuera madre en su etapa de máxima fertilidad. Sin embargo, las circunstancias familiares, sociales y, fundamentalmente, económicas actuales han creado una brecha entre lo que es adecuado desde el punto de vista biológico y lo que luego puede materializarse.
Por eso, los especialistas en Medicina Reproductiva investigamos incansablemente para cerrar esa brecha o al menos para hacerla más pequeña. No obstante, para ello es necesario que las mujeres asuman que el material de base con el que trabajamos, en este caso los óvulos, tiene fecha de caducidad y que cuanto antes tengan clara su decisión de ser madres, antes tienen plantearse qué medios son los mejores para conservarlo.
*Dr. Koldo Carbonero.
Jefe del Servicio de Ginecología y Obstetricia de Hospital Quirón San Sebastián y de la Unidad de Reproducción Asistida.
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